Aquellos a los que la infancia nos pillo en la década de los noventa no podemos olvidar los iconos que nos llegaban del otro lado del charco. La factoría de sueños americana echaba humo y nosotros mirábamos maravillados todo lo que salía de ella. ¿Por qué? Porque a los niños les gustan los cuentos, y a día de hoy todavía nadie a superado a los yankees en eso.
Uno de mis cuentos preferidos era Michael Jordan, un señor americano negro al que llamaban “Air”.
No era el que más alto saltaba. Pero según decían era el que más aguantaba en el aire.
Viéndole jugar uno identificaba con claridad eso que la psicología deportiva denomina “estar en la zona”. Un lugar fértil al que algunos deportistas de élite llegan muy de vez en cuando.
Ese maravilloso estado de la mente llamado “estar en la zona” parecía el hábitat natural de Jordan. Cuando anotaba 5 triples seguidos, o cuando remontaba él solo un partido justo antes del pitido final Jordan estaba en la “zona”.
Momentos en los que su cabeza se blindaba ante cualquier presión, y su mejor juego salía a relucir. Son esos momentos en los que la mente esta preparada y aúna calma e intensidad.
Y ahí ocurren cosas. Sin tener que pensarlas. Porque a veces nuestra cabeza piensa tan rápido y de manera tan profunda que ya no piensa, sino que siente. Y es entonces cuando las intuiciones aparecen.
Pero esa especie de alquimia no es fruto de la suerte. Se llega con el trabajo constante, con la repetición. Jordan interiorizó esos automatismos de su juego durante muchos años de entrenamiento. Le encantaba lo que hacía y nunca dejó de divertirse con ello. Para él nunca dejó de ser un juego. Y eso le llevo a ser el mejor.
Esta claro que no todos tenemos un don para los deportes. Pero si tenemos la responsabilidad con nosotros mismos de averiguar cuál es nuestro don. ¿Qué nos apasiona?¿Qué nos absorbe?
Creo sinceramente que cualquier proyecto de emprender debe empezar por ahí. Descubrir tu talento, la materia prima con la que aterrizas en el mundo.
Si aspiras a vivir de un oficio, sea cuál sea, vas a tener que poner muchas ganas y trabajar duro. Divertirte con lo que haces es siempre el mayor de los atajos.
Algo que tienen en común todos los virtuosos es que han tenido la suerte de haber encontrado su talento durante la infancia. Jugando. Cosa que nunca han dejado de hacer.
Nuestras grandes pasiones se manifiestan siempre durante la infancia. De alguna forma o de otra, el juego del niño siempre nos da muchas pistas.
Y esa es la única manera que tenemos para encontrar nuestra “zona”. La excelencia sólo puede llegar cuando te das a algo sin reservas. Cuando te absorbe por completo. Me encanta esa frase de Bukowski que dice: “encuentra lo que amas, y deja que te mate”.
Encontrar tu propio juego y apasionarte con él es, de por si, ya un triunfo. Imagínate si lo conviertes en tu forma de vida.
Mientras lo hacemos, y morimos en el intento, nos repetiremos una y otra vez las palabras de Jordan:
“Sólo juega. Diviértete. Disfruta del juego”