Nuevo año en Eskualde
El comienzo del año nuevo en Eskualde no ha sido muy distinto del de años anteriores. Me imagino que por lo general casi todos hemos amanecido de la misma manera, con una resaca de esas que te duelen hasta los ojos.
En Eskualde tampoco hemos estado como para iniciar demasiados buenos propósitos de año nuevo, teniendo en cuenta que además nos esperaba una maratoniana comida familiar por delante. Sin siesta. Sin sofá.
Ante este aterrador panorama en Eskualde intentamos mitigar un poco todo este cúmulo de dolores ante la narcotizante emisión de los saltos de esquí. No hay un mejor analgésico que verlos volar uno tras otro. Las resacas de año nuevo con saltos de ski se pasan mejor.
Viéndolos volar uno no puede dejar de pensar en los saltadores en cuestión. En ese que todavía no se ha puesto los skis, pero que hay está, en la lanzadera esperando su turno.
El salto es algo complemente mecánico para ellos. Seguramente habrán interiorizado de tal manera toda la secuencia del movimiento que quizá ya no sientan ni siquiera ese cosquilleo en el estomago; esa adrenalina que los empujó a querer ser lo que son: saltadores profesionales de Ski.
Seguramente la competición exija dejar las emociones del amateur de lado. Olvidarse de la agradable sensación de volar, para pelear por esos milímetros que le van a hacer ganar. La competición, para que negarlo, tiene también sus propios cosquilleos.
Me imagino a todos esos chavales, aspirantes a saltadores profesionales de ski, el día que se enfrentan a saltar por la rampa grande, la de los profesionales, en una especie de rito de iniciación. Solo aquel que este dispuesto a romperse un par de costillas o a dejarse algún que otro diente por el camino es merecedor de seguir siendo un digno aspirante.
Y es que son esos cosquilleos los que debemos salvaguardar por encima de todo. Los cosquilleos propios de haber identificado un reto que merezca la pena. Que nos excite y que nos de miedo a partes iguales, y que nos obligue a cerrar los ojos, apretar los dientes, y a lanzarnos. Sin mucho más misterio.
Quizá la mejor parte de nuestros temores sea descubrirlos, identificarlos y ponerlos en fila, uno a uno, dándonos cuenta de que las cosas que nos dan miedo son siempre deseos ocultos, que se agazapan allí donde no queremos mirar.
Asumir el peor de los escenarios posible como un riesgo que estas dispuesto a asumir es el primer paso para lanzarse y empezar a volar. Y es que,como decía el profesor y poeta chileno, Gonzalo Rojas; casi todo es otra cosa y nada es para tanto.
Poner un inicio a tu proyecto en Eskualde
Hay siempre un momento en el que los propósitos, las buenas ideas, requieren dejar de lado todos esos pensamientos previos que hemos ido recolectando y coger carrerilla. Lanzarse al vacío; allí donde no tocamos suelo con la punta de nuestros pies. O como dicen algunos; superar el punto de no retorno y volar, aún a riesgo de caer con el peso de todo tu cuerpo.
Las ideas y los propósitos son muy valiosos. Todo el mundo tenemos en casa cuadernos llenos con cientos de grandes ideas. Normalmente encima, cuando estamos a punto de poner en marcha una; llega una mejor, una nueva idea que nos ilusiona más que la anterior. Y así sucesivamente. Disfrazamos de nuevas buenas ideas lo que en realidad sólo es una excusa para postergar ese momento que nos tiene aterrados, el momento de lanzarnos por esa gran rampa; la grande, la de los saltadores profesionales.
La única pregunta que merece la pena hacerse es; ¿cuántas costillas estoy dispuesto a partirme? Todo lo demás nos sobra, por lo menos, de momento.
(un secreto; las costillas rotas se curan solas)
Nos gusta decir que las ideas son algo de mucho valor. Y es verdad. Aunque hay algo que tiene aún mucho más valor: El valor necesario para iniciarlas.
Llegará el día en que las empresas además de técnicos, gestores, diseñadores y creativos tengan también la figura del iniciador. Un cargo sobre el que recaerá la responsabilidad de iniciar proyectos, cambios y de mantener la cabeza de los demás trabajadores centrada en la innovación.